Bocas del tiempo (fragmentos)
El abuelo Los geólogos andaban persiguiendo los restos de una pequeña mina de cobre que se había llamado la Cortadera, que había sido y ya no era y que no figuraba en ningún mapa. En el pueblo de Cerrillos alguien les dijo: - Eso, nadie sabe. El viejo Honorio, quién sabe si sabe. Don Honorio, vencido por el vino y los achaques, recibió a los geólogos echado en el catre. Les costó convencerlo. Al cabo de algunas botellas y de muchos cigarrillos, que sí, que no, que ya veremos, el viejo aceptó acompañarlos al día siguiente. Agobiado, a tropezones, emprendió la marcha. Al principio, andaba a la cola de todos. No aceptaba ayuda, y había que esperarlo. A duras penas consiguió llegar hasta el cauce seco del río. Después, poquito a poco, pudo afirmar el paso. A lo largo de la quebrada y a través de los pedregales, el cuerpo doblado se fue enderezando. - ¡Por ahí! ¡Por ahí! - señalaba el rumbo, y se le alborotaba la voz cuando reconocía sus lugares perdidos. Al cabo de un día entero de camin