Aunque nunca contraje el hábito de tirar y recoger jabones, los baños públicos no me son ajenos. Desde que tengo uso de memoria mi papá solía llevarme indistintamente a los Baños Villalongín, a los Baños Azteca, a los del Venustiano; ya cuando iba en la universidad, asistía por mi cuenta día a día a ducharme y a sudar un poco en los del Britannia. Siempre preferí el sauna y su olor a madera, la imagen de las rocas al rojo vivo y el calor en un ambiente seco. Los baños ruso y turco siempre me dieron hueva. En Marruecos el baño turco es un asco: hombres en calzones tumbados sobre el suelo, uno tras otro, dejando escurrir las impurezas de su cuerpo sobre las baldosas, sólo para que otro bañista ocupe ese mismo sitio anegado de sudor, apenas esté libre. Ni hablar del olor de ese lugar. En fin, que de entre todos los baños que conozco, recién descubrí que la modalidad de baños públicos más completa es la de los baños coreanos. El proceso es el siguiente: Entras al recinto y se proced...
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