Corea, los voluntarios.
Ricard Mas: Oriundo de la Catalonia, España, con este
cuatacho fue con quien más conviví, no sólo porque durante el voluntariado
estuvimos juntos 24 horas al día, sino porque nos unía una misma lengua. Tipo
tranquilo, sencillo, dispuesto a reírse de sí mismo. Tanto tiempo juntos y
tanta buena convivencia y, sin embargo, en los últimos días, algo se rompió.
Ocurrió que fuimos a Pusan, que nos hospedó una gringa simpática a través de
CS, que salimos todos de fiesta con sus amigos, que a la hora de pagar las
cuentas Ricard se mantuvo al margen, que pagué por ambos y que al día siguiente
se lo dije, que le tocaba darme tanto, y que eso no le pareció. Cuando referí
el episodio a una amiga mexicana me dijo que lo que me habían fallado eran las
formas. Sé bien que ser poco políticamente correcto es algo que aprendí de mi
madre, y que mi amiga tiene razón. La situación se volvió más tensa al volver y
nada pudo salvarse. Buenas lecciones he de obtener de este conflicto. Una pena
por lo perdido, que es mucho.
Sue Keum (Sue Nim, o Reverenda Sue, como la llamaba
yo). Al igual que muchos asiáticos, el estado de ánimo de esta chica siempre
fue un misterio para mí. Casi inexpresiva, jamás me hubiera animado a adivinar
lo que cruzaba su pensamiento. La echaré de menos, cómo no, si entre los
voluntarios coreanos que conocí de otras locaciones, ella es sin duda la más
chida. A ella que es tranquiilita, madura y abierta a nuevas ideas y formas de
pensar, le comí el boquino (por accidente, porque así es la vida, porque sí) en
una de esas tremendas borracheras por Seúl. Al volver a las montañas hablamos
lo sucedido y tan amigos como siempre. Antes de partir tuvo el detalle de
regalarnos un calendario de escritorio con fotografías de los grandes momentos
y mensajitos alusivos. Un amor, ella, que llevaré en mi corazón.
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