El hospital chino.
Ya estaba familiarizado con estos menesteres. Sabía
que había que esperar mucho, mucho tiempo, y cuando finalmente me tocó el turno
fue para que la doctora me despachara de vuelta al lugar de registro para que
me dieran turno con el “especialista en hombres” (por su traducción literal del
chino), mejor conocido como urólogo. El departamento de urología no es tan
popular como el de medicina interna, así que esta vez no tuve que esperar
tanto. Quienes aguardaban conmigo son hombres de mi edad o adultos mayores,
valga el eufemismo. Todos con sus caritas de preocupación por el bienestar o el
malestar de sus genitales, pobrecitos. Todos, menos yo. Lo mío es más bien cosa
de una irritación por llegar de atrabancado a Beijing. Pronto me llamará el
doctor y será explicarle, con peras y manzanas, lo ocurrido. Por lo pronto,
aquí seguimos, en lo del urólogo, once and again, once and forever.
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