La incertidumbre lo es todo
Como seres humanos estamos continuamente buscando la seguridad emocional, la seguridad laboral, la seguridad económica, o cualquier asidero que nos haga sentir que no andamos a tientas y sobre arenas movedizas. Pero la vida es otra cosa y da sorpresas. Nadie puede dar por sentado que seguirá con vida el próximo año, que continuará en el mismo trabajo o que algo catastrófico, una enfermedad o un accidente, no aguardan a la vuelta de la esquina. A mayor escala, nada más paradigmático y revelador que pertenecer a una generación que daba por sentadas la paz, la seguridad y el progreso, y que en el último año y medio ha visto cómo de la noche a la mañana puede todo salirse mucho de control, cerrando fronteras, echando la cortina a los negocios, mandando a millones de niños a estudiar en casa y haciéndonos temerosos del otro.
Los planes, las perspectivas de una vida mejor y de querer
hacer tal o cual cosa en tal o cual plazo, están igualmente y en cierta medida sometidos
a los designios de la incertidumbre y de la fragilidad, y es entonces que el
hoy cobra más sentido que nunca. Se está bien y las condiciones para la
felicidad están dadas ahora, en este momento de la vida, en este preciso día,
aprovechémoslas y sepamos ser felices. Estemos preparados también para
cualquier sorpresa y llegado el caso sepamos ser fuertes, cultivando esas fortalezas que podrían sernos indispensables, desde ahora.
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