Un semestre por Hangzhou
Aquel fue un mal semestre para los tres: De entrada su servilleta, que me pasé 8 noches en un hospital chino con ataques de pánico (salí de ahí pesando 67 kilos, hoy peso 82); luego fue César, que en una mala gambeta pambolera se fracturó el brazo y no tuvo más remedio que dejarse medrar una singular barriga debajo del brazo enyesado y; finalmente, el salado de Litos, a quien terminamos por echar chascarrillo cada vez que sonaba algún celular porque no hubo chica que le contestara sus llamadas y mensajes en todo el semestre. Actividades que se hicieron hábitos, como el de comer doritos y beber cheve hasta el hartazgo cada miércoles, nos unieron mucho. Eso, y las concurridas pedas de las que fuimos anfitriones, las manías de viejo de Litos, los banquetes cortesía de la chinita Teresa y la maldición de que “ellas”, las féminas, estuvieron siempre ausentes y sin darnos bola por meses. Luego pasó que el azar me llevó a conocer a una italiana de buena pinta, que nos pasamos una velada d...