Entradas

Mostrando entradas de enero, 2013

El hospital chino.

Ya estaba familiarizado con estos menesteres. Sabía que había que esperar mucho, mucho tiempo, y cuando finalmente me tocó el turno fue para que la doctora me despachara de vuelta al lugar de registro para que me dieran turno con el “especialista en hombres” (por su traducción literal del chino), mejor conocido como urólogo. El departamento de urología no es tan popular como el de medicina interna, así que esta vez no tuve que esperar tanto. Quienes aguardaban conmigo son hombres de mi edad o adultos mayores, valga el eufemismo. Todos con sus caritas de preocupación por el bienestar o el malestar de sus genitales, pobrecitos. Todos, menos yo. Lo mío es más bien cosa de una irritación por llegar de atrabancado a Beijing. Pronto me llamará el doctor y será explicarle, con peras y manzanas, lo ocurrido. Por lo pronto, aquí seguimos, en lo del urólogo, once and again, once and forever.

Beijing.

Fue en junio de 2009 la última vez que estuve en Beijing. Han pasado tres años y medio y por la velocidad con la que China se transforma hubiera imaginado que Beijing sería una ciudad distinta. Sé bien que si se tratara de una ciudad como la mía o como el DF, donde los cambios, al ser pocos, se notan, la impresión que me hubiera dado Beijing sería diferente. Sin embargo, de entonces a la fecha, Beijing sigue siendo la misma por que no ha dejado de cambiar, porque mantiene la misma dinámica de continuo movimiento, porque aunque las grúas dominan ya nuevos escampados, siguen ahí con su labor hormiga.

Corea, Suz.

Sin duda desperdicié algún par de ocasiones para besarla. Quizás la más evidente fue cuando, con unos tragos encima, me ofrecía su mano para que la tomara y recurriéramos juntos el metro de Seúl, como dos amantes en fuga, como quienes se cortejan y se buscan sabiendo que no existe un mañana. Si hubiese tenido el valor suficiente, si hubiese sido otro o si hubiese sido quien he llegado a ser en otras ocasiones, la habría tomado por la cintura de pronto, acercándola a mi cuerpo, recargándome contra una pared o una columna del metro con todo y ella, sin dejarle más opciones que la responderme el beso. Pero bueeeeno, dejé pasar el momento y al cabo de unas horas aceptaba ella unos tragos de un italiano (sin que eso quisiera decir otra cosa que la imposibilidad de estar a su lado) y yo me dejaba marginar por la embriaguez y por las altas horas de la noche, caminando solo y extraviado de vuelta al hostal (me perdí como media hora, cual borracho noctámbulo, sad but true story). Varias v

Corea, los voluntarios.

Imagen
Ricard Mas : Oriundo de la Catalonia, España, con este cuatacho fue con quien más conviví, no sólo porque durante el voluntariado estuvimos juntos 24 horas al día, sino porque nos unía una misma lengua. Tipo tranquilo, sencillo, dispuesto a reírse de sí mismo. Tanto tiempo juntos y tanta buena convivencia y, sin embargo, en los últimos días, algo se rompió. Ocurrió que fuimos a Pusan, que nos hospedó una gringa simpática a través de CS, que salimos todos de fiesta con sus amigos, que a la hora de pagar las cuentas Ricard se mantuvo al margen, que pagué por ambos y que al día siguiente se lo dije, que le tocaba darme tanto, y que eso no le pareció. Cuando referí el episodio a una amiga mexicana me dijo que lo que me habían fallado eran las formas. Sé bien que ser poco políticamente correcto es algo que aprendí de mi madre, y que mi amiga tiene razón. La situación se volvió más tensa al volver y nada pudo salvarse. Buenas lecciones he de obtener de este conflicto. Una pena por lo perdi

Corea, la vida en el campo.

Imagen
 A Corea la voy a recordar siempre con cariño. Vivir ahí fue verdaderamente una experiencia de vida. Hacer nuevos amigos siempre es algo muy valioso pero, en términos de experiencia personal, quizás lo que fue en verdad novedoso fue la vida de campo. Me temía que ahí, en el campo, tendría que aprender a vivir sin las facilidades a las que la vida en la ciudad me han acostumbrado. Sin embargo, una vez ahí, descubrí que no había nada que aprender porque como seres humanos nacimos para la vida simple. Incluso, me atrevo a decir que la vida en el campo me sentó tan bien que seguramente a Corea le voy a deber que de aquí a unos años me plantee al campo como una posibilidad para el retiro y que, entretanto, viviré en la añoranza de la tranquilidad de vivir en la montaña.