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Mostrando entradas de septiembre, 2020

El primer road-trip (y el mejor de todos), año 2004. - 1 -

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El primer road trip (y el mejor de todos) ocurrió en el año 2004, con 19 tiernos años y con la mejor compañía: mi primo Pifas, alias Dany, y dos españolas; Ana, a la que había conocido en un voluntariado un año antes en el sur de Francia y su hermana Cristina, que por entonces tenía 25 años y que nos veía a los 3 como lo que éramos, unos jovenzuelos acelerados que no deseábamos más que divertirnos y que poco sabíamos de la vida (o quizás ya sabíamos demasiado, dadas la felicidad y la energía permanentes que manejábamos por aquellos ya lejanos años).  La primera parada fue el AICM donde las recogimos. Nos hospedamos en casa de un muy querido tío que vive en "el Estado", cerca del lago de Guadalupe. Por la noche "mi tío" nos llevó a cenar unos deliciosos tacos callejeros y al día siguiente visitamos el Zócalo. Curioso que a falta de GPS también dimos un par de recorridos por Reforma (no sabía qué era Reforma ni su importancia) y por el Ángel de la Independencia (éste

El hombre es un gran faisán en el mundo (fragmento)

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La canción Los cerdos manchados del vecino gruñen ruidosamente. Forman una piara en las nubes. Pasan por encima del patio. El mirador está envuelto en una maraña de hojas. Cada hoja tiene una sombra. Una voz de hombre canta en la calle de al lado. La canción nada entre las hojas. "De noche el pueblo es muy grande", piensa Windisch, "y su final está en todas partes". Windisch conoce la canción: Una vez fui a Berlín, ¡Qué ciudad más bonita, tralalín! ¡Toda la noche, tralalán! El mirador crece hacia lo alto cuando hay mucha oscuridad. Y las hojas tienen sombra. Se eleva desde debajo del empedrado. Sobre un puntal. Cuando crece demasiado el puntal se rompe y el mirador se precipita a tierra. En el mismo lugar. Cuando llega el día, nadie nota que el mirador ha crecido y vuelto a caer.  Windisch siente el estirón sobre las piedras. Ante él hay una mesa vacía. Sobre la mesa, el terror. El terror está entre las costillas de Windisch. Lo siente colgar como una piedra en el b

Sobre el concepto de lo bello en Asia Oriental

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(...) En Ocurrencias de un ocioso , Yoshida Kenko escribe: "¿Admiramos las flores del cerezo solo cuando están en todo su esplendor y la luna únicamente en un cielo sin nubes? Sobre todo, una rama cuyos brotes solo han comenzado a abrirse y un jardín cuyas flores se han caído ya, ofrecen mucho para contemplar. Ciertamente es bello mirar la luna llena, que brilla a millas de distancia, pero toca más profundamente el alma esperar el despuntar del día, hasta que la luna aparece lentamente e ilumina con su resplandor las cryptomerias en las montañas; luego cae de repente una suave lluvia y la luna se esconde un rato detrás de las nubes". Para la sensibilidad oriental ni la constancia del ser, ni la perduración de la esencia hacen a lo bello. No son ni elegantes ni bellas las cosas que persisten, subsisten o insisten. Bello no es lo que sobresale o se destaca, sino lo que se retrae o cede; bello no es lo fijo, sino lo flotante. Bellas son cosas que llevan las huellas de la nada, q

Diario de plataformero (1)

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 29 de septiembre de 2019. No soy una persona fuerte. No soy valiente. Mi piel, como la de cualquier otro, es delgada y se rasga con facilidad. Imagino que al ser llamado al frente, a luchar por mi país, sería de los primeros en desertar o en evadir el llamado de la patria. El miedo muchas veces está relacionado con la ignorancia o con una percepción falsa de lo que es la realidad, de lo que son "las cosas". Para poner en riesgo la integridad propia hay que ser o muy idiotas o de plano estar comprometidos con una causa superior a la vida misma, con algún valor o alguna idea por la que valga la pena sacrificarse, como hacían los fanáticos del efímero Estado Islámico a quienes en vida se les prometió la violación masiva de mujeres prisioneras como incentivo a su reclutamiento y en el más allá un paraíso de fuentes cristalinas con nenúfares, manjares de todo tipo y decenas de doncellas vírgenes a disposición de cada yihadista. Matar o morir por una noble causa, por una ideología