Sobre el concepto de lo bello en Asia Oriental

(...) En Ocurrencias de un ocioso, Yoshida Kenko escribe: "¿Admiramos las flores del cerezo solo cuando están en todo su esplendor y la luna únicamente en un cielo sin nubes? Sobre todo, una rama cuyos brotes solo han comenzado a abrirse y un jardín cuyas flores se han caído ya, ofrecen mucho para contemplar. Ciertamente es bello mirar la luna llena, que brilla a millas de distancia, pero toca más profundamente el alma esperar el despuntar del día, hasta que la luna aparece lentamente e ilumina con su resplandor las cryptomerias en las montañas; luego cae de repente una suave lluvia y la luna se esconde un rato detrás de las nubes". Para la sensibilidad oriental ni la constancia del ser, ni la perduración de la esencia hacen a lo bello. No son ni elegantes ni bellas las cosas que persisten, subsisten o insisten. Bello no es lo que sobresale o se destaca, sino lo que se retrae o cede; bello no es lo fijo, sino lo flotante. Bellas son cosas que llevan las huellas de la nada, que contienen en sí los rastros de su fin, las cosas que no son iguales a sí mismas. Bella no es la duración de un estado, sino la fugacidad de una transición. Bella no es la presencia total, sino un aquí que está recubierto de una ausencia, que por el vacío es menor o más ligero. Bello no es lo claro o lo transparente, sino lo que no está delimitado nítidamente, lo que no está diferenciado claramente, pero que hay que diferenciar de lo difuso. Lo difuso es, como lo indefinido, un estado que se corrige con el agregado de más definiciones y diferenciaciones. Anhela una precisión. El estado de la in-diferenciación, en cambio, es ya evidente en sí mismo. Se basta a sí mismo; tiene determinación propia. La in-diferenciación no significa una falta de diferenciación y distinción. No le falta nada.

El concepto japonés de estilo "wabi", que expresa un sentimiento genuinamente budista de lo bello, reúne lo incompleto, lo imperfecto, lo efímero, lo frágil y lo insignificante. Por eso, los cuencos de té que deben transmitir el sentimiento wabi no pueden tener un aspecto perfecto e impecable. Antes bien, tienen que estar fracturados. Por eso se les incorpora irregularidades y asimetrías intencionadamente. Wabi es, según un famoso ejemplo del maestro de té Shuko, un noble corcel atado al frente de una pequeña choza con techo de paja. Wabi es una única rama de ciruelo que florece en la nieve profunda. Wabi se contrapone a lo esplendoroso, lo perfecto, lo grande, lo exuberante, lo extenso y lo invariable. Bello es un cuenco de plata cuya superficie pierde brillo y se opaca. Bello no es lo reluciente, lo transparente o lo cristalino, sino lo mate, lo nuboso, lo rodeado de nubes, lo traslúcido, lo sombrío. Tanizaki Junichiro escribe, así, en su libro El elogio de la sombra: "Los chinos también aprecian esa piedra llamada jade: ¿acaso no es preciso ser extremo-oriental, como nosotros, para encontrar atractivos esos bloques de piedra extrañamente turbios que atesoran en lo más recóndito de su masa unos fulgores fugaces y perezosos, como si se hubiese coagulado en ellos un aire varias veces centenario?".

Satori (iluminación) no tiene en realidad nada que ver con el iluminar o con la luz. También en eso se diferencia la espiritualidad oriental de la mística occidental de la luz y de la metafísica de la luz. La luz potencia la presencia. Así, nirvana, la expresión sánscrita para la iluminación, significa originariamente "extinguir". Retraerse, estar ausente, es el ideal budista. El Lejano Oriente tiene una relación muy reservada con la luz. No existe esa luz heroica que busca diezmar la oscuridad. Luz y oscuridad, antes bien, se arriman una a otra (...)".


Byung-Chul Han

Ausencia. Acerca de la cultura y la filosofía del Lejano Oriente.

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