El hombre es un gran faisán en el mundo (fragmento)


La canción

Los cerdos manchados del vecino gruñen ruidosamente. Forman una piara en las nubes. Pasan por encima del patio. El mirador está envuelto en una maraña de hojas. Cada hoja tiene una sombra.

Una voz de hombre canta en la calle de al lado. La canción nada entre las hojas. "De noche el pueblo es muy grande", piensa Windisch, "y su final está en todas partes".

Windisch conoce la canción:

Una vez fui a Berlín,

¡Qué ciudad más bonita, tralalín!

¡Toda la noche, tralalán!

El mirador crece hacia lo alto cuando hay mucha oscuridad. Y las hojas tienen sombra. Se eleva desde debajo del empedrado. Sobre un puntal. Cuando crece demasiado el puntal se rompe y el mirador se precipita a tierra. En el mismo lugar. Cuando llega el día, nadie nota que el mirador ha crecido y vuelto a caer. 

Windisch siente el estirón sobre las piedras. Ante él hay una mesa vacía. Sobre la mesa, el terror. El terror está entre las costillas de Windisch. Lo siente colgar como una piedra en el bolsillo de su chaqueta. 

La canción nada a través del manzano:

¡Mándame a tu hija, tralalín!

Que me la quiero follar, jolín,

¡Toda la noche, tralalán!

Windisch mete una mano fría en el bolsillo de su chaqueta. No hay ninguna piedra en el bolsillo de su chaqueta. La canción está entre sus dedos. Windisch también canta suavemente:

¡Oiga señor, esto no puede ser!

¡Mi hija no se dejará joder!

¡Toda la noche, tralalán!

Cuando la piara de cerdos es tan grande allá arriba, entre las nubes, estas se arrastran por encima del pueblo. Los cerdos callan. La canción se queda sola en la noche:

¡Madre mía, déjame joder!

Que estoy ya en edad de merecer,

¡Toda la noche, tralalán!

El camino a casa es largo. El hombre avanza en la oscuridad. La canción no tiene cuándo acabar:

¡Madre mía, préstame tu coñito,

que el mío es muy pequeñito!

¡Toda la noche, tralalán!

La canción es pesada. La voz es profunda. Hay una piedra en la canción. Sobre la piedra corre agua fría:

Hija, no te lo puedo prestar,

pues tu padre lo va a necesitar.

¡Toda la noche, tralalán!

Windisch saca la mano del bolsillo de su chaqueta. Pierde la piedra. Pierde la canción. 

"Amalie", piensa Windisch, "separa la punta de los pies al caminar".


Herta Müller.

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