Notas sobre Chicago.

Antes de llegar a Chicago ya se puede uno empezar a imaginar por qué es la "ciudad de los vientos", ya que desde el avión los campos de Illinois están poblados de elevados molinos de viento. Chicago luce desde ahí como un gran bosque de casas y árboles en una cuadrícula perfectamente delineada. Esta simetría es apenas interrumpida por el contorno de los rascacielos y por ese horizonte todo azul que dibuja el Lago Michigan.

Me hospedé en un barrio polaco. Me encanta de EUA que en un barrio como estos, al entrar a una licorería cualquiera, aparte de ser atendido por una guapísima polaca -mujeres por las que uno se plantearía dejarlo todo- es posible encontrar vinos de cualquier lado. Al decir esto, me refiero no sólo a los tradicionales vinos chilenos, californianos, franceses, italianos, australianos o españoles, que podemos encontrar en cualquier supermercado mexicano, sino a la gran variedad de vinos moldavos, hùngaros, armenos, rumanos, croatas, bùlgaros, etc; esto por no tocar el tema de los vodkas.

Una sorpresa similar me llevè hace años en la Biblioteca Pública de Vichy, que superaba todo lo que hasta entonces había visto en Morelia, ciudad que en población supera al pueblo francés quizás en más de 20 veces. En Chicago lo mismo, sólo que al tratarse de una gran ciudad cada barrio posee una biblioteca pública que sirve de punto de encuentro a gente de todas las edades. En la del barrio donde me hospedé, aparte de áreas de libros para niños, de libros de ficción y de temas generales del conocimiento, hay un área de libros en polaco y otra de libros en español. Hay también computadoras de uso público y préstamo de discos de música y películas en DVD, así como varios sillones para lectores. El silencio y el orden se respetan. Da gusto pasar por ahí y leer un rato. Interesante cómo en asuntos como estos, la inclusión social de los inmigrantes se fomenta también en las bibliotecas.

Gerardo es el nombre del muchacho con el que me hospedé en Chicago; Alma, el de su esposa. Él es originario de Morelos, estado que por tradición explusa migrantes a EUA; ella viene del puerto de Acapulco. Él llegó a Chicago hace una década; ella tiene 14 años avecindada en esta ciudad lacustre. Ninguno de los dos tiene papeles, aunque han procreado en EUA un niño de nombre Bryan. Ella tiene, además, otros 4 hijos de nacionalidad americana. Imposible que piensen en mudarse: él porque ya no cuenta con familia en México (todos están en Illinois o Michigan), ella porque ya tiene 5 hijos americanos.
Alma trabaja por temporadas en una fábrica de jabones; Gerardo en una pizzería. Los fines de semana suelen ir a la Playa Norte a relajarse. Él es aficionado al fútbol y juega para un equipo en una pequeña liga de barrio. Hablan muy poco inglés, pero no necesitan saber más: existen canales locales y nacionales en español, se trasmiten películas con subtítulos y telenovelas mexicanas ya pasadas de moda. Sus empleadores son igualmente latinos.
Admiten no haber ido en muchos años al centro de la ciudad porque no han tenido a qué ir. Han logrado hacerse de un auto de segunda mano y de una pantalla plana que pagan semanalmente. Se ve que son felices. Lo que no puedo es dejar de preguntarme si en un México en el que pudieran trabajar de manera legal y conseguir diferentes tipos de empleos, no podrían tener una mejor calidad de vida. Me pregunto si el estilo de vida de ellos, que quizás a través mis propios juicios he con injusticia observado, es o no un reflejo del llamado "sueño americano". Si lo es, me temo no hay tanto que añorar de vivir en EUA.

Sobre Chicago puedo admitir que la prefiero a Nueva York. Tiene los mismos rascacielos, pero se nota menos estrés en la gente y menos caos en la ciudad. La proximidad del lago y las playas la hacen sentir también más cercana a la naturaleza, aliciente suficiente para visitarla y disfrutarla.

Como en toda ciudad que padece cruentos inviernos, Chicago es una ciudad que sonríe durante verano. A la orilla del lago se ve gente que corre, anda en bicicleta, patina; la gente juega y se recrea en las playas. El gobierno de la ciudad ha hecho también lo suyo en cuestión de eventos al aire libre. Diariamente en Millenium Park es posible asistir a conciertos o festivales de música. El recinto es magnífico: En la parte superior de las gradas un gran espacio de pasto da oportunidad a los jóvenes reunirse a tomar el sol y beber cerveza durante los recitales, lo que permite un ambiente buenísimo para la convivencia. Existen accesos para minusválidos, bebedores de agua y baños públicos "limpios". Propicio es el escenario metálico y enmarañado al tener de fondo la ciudad entera y sus famosos rascacielos.

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