Algunas reflexiones sobre la muerte

Cuando muere alguien que conocemos solemos, conmovidos por los recuerdos de los  momentos gratos que con esa persona compartimos, asumir de golpe que en esta vida nada tiene sentido, que todo es efímero y que, aunque nos parezca algo imposible, simple, repentina e injustamente, esa persona YA NO ESTÁ. Egoístamente pensamos en cómo sería un mundo sin nosotros y nos entristecemos aún más. Tendemos a reflexionar sobre lo frágil de la vida, sobre la poca importancia de todo aquello que con nuestra muerte no nos llevamos, lo material, y sobre el imperativo de disfrutar de cada instante, de aprender a ser felices a pesar de los pesares, de no guardarnos esos te quiero, te necesito, te extraño, perdóname, eres importante en mi vida, etcétera, antes de que la muerte agarre a alguien por sorpresa y sea ya demasiado tarde para todo. Somo viles y egoístas porque, aunque es inevitable pensar en la muerte propia, siempre es más fácil pensar en la muerte de algún ser querido y el pesar que eso NOS causaría. Al recordar al muerto sentimos cierta culpa por el mal que en vida le hicimos o por todo aquello bueno que, pudiendo haber hecho por él o ella, decidimos no hacer. Asumir la muerte de otro también nos empequeñece por un tiempo, nos hace reparar en nuestros muchos defectos, en nuestra avaricia, en nuestro ego, en nuestro vano complejo de superioridad, etcétera...

Pero ocurre que somos cortoplacistas y todas esas profundas reflexiones caen en saco roto cuando, al cabo de cierto tiempo, nos hemos habituado a la ausencia del muerto o somos cautivados por la rutina del día a día y por la inmediatez de lo mundano. Observo a los jóvenes y a los viejos y me doy cuenta que se pasan los años sin que aprendamos apenas nada, viviendo como si fuesemos eternos, como si la posibilidad de la desgracia o de la muerte sólo perteneciera a quienes nos son completamente ajenos... y es que así pasa hasta que la muerte toca a la puerta de un ser querido y de pronto algo en nuestro interior se contorsiona.

Ojalá pudiesemos prescindir de la súbita muerte o desventura de quien conocemos o queremos para poder reflexionar continuamente sobre uno mismo, sobre lo que consideramos nuestros defectos, sobre el motivo por el que estamos aquí, sobre lo que verdaderamente nos hace felices, sobre eso que nos hace sentirnos mejor con nosotros mismos y con los demás.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El baño coreano

Letter to Hannah

In Praise of Melancholy