Derribar estatuas a mansalva.

 Calzada Fray Antonio de San Miguel y acueducto de Morelia.

Hace aproximadamente dos meses fue vandalizada, por representar supuestamente la opresión sufrida por los pueblos indígenas a manos de los españoles durante la época colonial, la estatua de Fray Antonio de San Miguel que está ubicada al inicio del acueducto de Morelia. Tres problemas encuentro a la iniciativa de esta gente de retirar la inocua estatua:

  1. La arrogancia de creer que nuestra moral es superior a la de hace 3 o 4 siglos y de querer juzgar toda época pasada, su situación histórica, social y económica, con principios y valores del siglo XXI.
  2. La ignorancia de apreciar sólo el lado negativo de lo que podría representar la estatua, sin estudiar o conocer lo que realmente pasó: ¿Fue Fray Antonio de San Miguel un opresor o fue más bien un benefactor en una época turbulenta de la ciudad? Aunque haya sido lo segundo, más que juzgarlo por sus méritos y sus errores, se lo juzga únicamente como símbolo del colonialismo español en México. Al ser este el caso, para qué juzgarlo sólo a él, si símbolos del colonialismo español los hay por todas partes: en nuestro idioma, en la arquitectura de nuestras bellísimas y siempre defendidas "ciudades coloniales", en nuestra cosmovisión del mundo, en nuestras gastronomía, en lo que siginifica ser mexicanos e incluso en nuestras "tradiciones indígenas" más folclóricas y coloridas, la mayoría de ellas de origen mestizo, fruto del sincretismo cultural y religioso originado tras el choque entre ambas civilizaciones.
  3. La incongruencia de renegar sólo de la parte de la historia que ofende a algunos, en este caso, los abusos cometidos durante la Colonia, sin medir con la misma vara la opresión que padecían multitud de pueblos indígenas por parte del Imperio Azteca antes de la llegada de Cortés. 
Si en verdad llegaran a retirar la estatua de Fray Antonio de San Miguel por representar el abuso, la opresión, la discriminación, el racismo y el esclavismo, todas estas nobles causas, dignas de ser visibilizadas y defendidas, también deberían de quitar de una buena vez y para siempre la estatua de Cuauhtémoc que está en el "bosque" nefastamente homónimo. "Me ofende" (y creo tener derecho y buenos motivos para que me ofenda) toparme con la estatua de alguien que representa prácticas caníbales, esclavistas, imperiales, de guerra florida sin sentido y de sacrificio humano, como aquellas que solían llevarse a cabo en tiempos del último tlatoani azteca. 



Desde luego, hablo de manera exagerada y me posiciono intencionadamente al mismo nivel argumentativo de quienes piden retirar la estatua del español; en realidad, no deseo que la retiren, ni esa ni la de Cuauhtémoc, ni mucho menos la cualquiera de las que haya de Cristóbal Colón a lo largo y ancho de mi país. Tampoco quisiera que retiraran las de Hernán Cortés o las de la Malinche, si las hubiera, o las de cualquier virrey español, porque fueron seres humanos de su tiempo y su contexto histórico, al igual que nosotros debemos nuestras creencias y nuestro pensar a las circunstancias del propio, y a la herencia que del pasado hemos recibido. Rechazo que retiran esas estatuas porque las vidas y obras de estos personajes están llenas de claroscuros y sobretodo porque el mundo de hace 500 años y sus valores eran completamente distintos a los del mundo moderno, del que sí formaron parte tipos tan siniestros como Hitler, Stalin, Pol Pot, Mao y tantos otros tiranos del siglo XX, muy posteriores todos al humanismo renacentista, a la ilustración, al positivismo, a los ideales de la Revolución Francesa y al horror experimentado por la Gran Guerra, y de quienes sí creo tener argumentos para repudiar que se los ensalce en estatuas y monumentos. Sepamos que en tiempos de la Conquista de América todo esto aún no sucedía, los europeos estaban por comenzar el comercio de esclavos desde África y los musulmanes del Imperio Otomano por raptar y esclavizar a millones de europeos (este último dato poco conocido por la mayoría de la gente, pero que por fortuna está disponible para quien quiera entender bajo una perspectiva más amplia lo que era el día a día del mundo por aquellos años: https://en.m.wikipedia.org/wiki/White_slavery ).


Si bien es sano emitir un juicio histórico y moral sobre el proceder y el legado de descubridores y conquistadores, sin menosprecio de todo lo positivo que dejaron y sin pretender ocultar bajo la alfombra todo lo que de malvado hayan tenido, es absurdo, perverso e inútil querer eliminar por completo toda huella de su paso por el mundo. A fin de cuentas, de ahí venimos y es parte de lo que somos, para bien y para mal. Censurar el pasado o pretender negarlo no borra el hecho de que ese pasado haya efectivamente existido y de que carguemos con su herencia en distintos ámbitos de nuestras vidas. Eliminar todo vestigio de ese pasado, sin analizarlo ni revisarlo, desde su propio contexto histórico, es más un obstáculo para comprenderlo realmente y superar lo que de oscuro haya tenido, que el camino para ser mejores personas de nuestro tiempo y bajo la moral actual. 

Lastimosamente, entre un grupo de radicales queriendo derribar estatuas a mansalva y otro de antivacunas o de terraplanistas no hay muchas diferencias: a ambos los une la idea de que sólo sus chicharrones truenan, de que sólo su opinión es válida, aunque no haya argumento lógico, racional o científico que los respalde o que pueda ser de utilidad para convencerlos de lo contrario. Ambos son también resultado y síntoma de los tiempos, de la confusión que ha traído consigo la posmodernidad y la falta de asideros sólidos de varias de las corrientes e ideologías que lo conforman: "It was the best of times, it was the worst of times, it was the age of wisdom, it was the age of foolishness, it was the epoch of belief, it was the epoch of incredulity, it was the season of Light, it was the season of Darkness..." son líneas de Charles Dickens que más de 200 años después siguen resonando y definiendo nuestros días. 

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