Ingeniería del destino

El destino no es que dieras vuelta en el momento preciso, entraras al hotel, te detuvieras un poco a bromear con el bell boy y ella te alcanzara en el elevador justo cuando apretabas un botón, porque ese destino, que no es más que un montón de cotidianas y permanentes coincidencias, no hubiera tenido nada de relevante no si la hubieras abordado, preguntado rápidamente por esto y por aquello, sonreído, etcétera.

No fue el destino el que quiso que con ella salieras de bares, que la pasaran de fábula, que la besaras; fuiste tú mismo y la anuencia de ella a que todo sucediera.

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