L U S T !

 La primera vez que fui a una playa nudista me sorprendió que el morbo, que de algún modo me había arrastrado hasta ahí, desapareció en cuanto note esa indiferencia tan generalizada ante la desnudez y, a decir verdad, tanta imperfección en la anatomía humana. Quizás es porque socialmente nos predisponen a lo prohibido de la desnudez publicitando cuerpos semidesnudos.

Acá, en lo de la expo minera de Acapulco, no he visto ningún cuerpo desnudo, pero no ha habido momento en que mis ojos no se distraigan con el cuerpo de una modelo. No es tanto por esos cuerpos que lucirían con menos atractivo -porque imperfectos somos- si no los cubrieran esas pocas prendas que saben dar contorno a la cintura, levantar las tetas, perfilar las nalgas y dejar apenas unos centímetros de distancia entre el filo de esas faldas entalladas y el anhelado sexo.


Es curiosa también la relación tan estrecha que hay entre los negocios y el sexo, tanto que pareciera que son inseparables. Pobrecitas de ellas, que tienen que sonreír a esa bola de ávidos empresarios que en ocasiones se acercan más a los stands para poder estar cerca de alguna de ellas que para promover algún trato. Ellas quizás no saben que lo que las mantiene ahí no son sus cuerpos por sí mismos, que desnudos causarían menos morbo porque son la cosa más natural del mundo y por que más de alguna curva perdería el peralte, sino el imperativo de vestir lo mínimo necesario (es decir, vestir como putas) para que luzcan, por decirlo de manera grotesca, apetecibles.

Si en algo somos todos iguales como género humano es en nuestros instintos que, por más que tratemos de mantenerlos agazapados, afloran ante situaciones como esta. Ante varias mujeres vestidas como las que vi estos días no puedo menos que considerarme un débil porque sería muy fácil que me sedujeran; lo sé porque hasta tuve el atrevimiento de tomarme una foto con una (que haya sido la más rechula y que se lo haya dicho al oído no quita que hacerse fotos con modelos sea una nacada...).

En fin, que ahora me pregunto qué sería de este mundo sin la sensualidad y el morbo.

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