Crónica de un amor de verano I

Hacía rato que no salía de viaje con una chica (un año, desde la última vez). En esta ocasión fue con mi hermana, que nos montamos en un par de días un viaje a Taxco, pueblaco de casas blancas asentado en la ladera de una montaña guerrerense. El viaje de pasó de lujo, sobre todo por que aunque mi sist y yo somos amantes de la viajada, jamás habíamos tenido la oportunidad de salir juntos.

Lo curioso y, de algún modo, inesperado, fue que el viaje estuvo lleno del recuerdo de Ella. Definamos a Ella como lo que es: costeña, ojos verdes, divertida, curiosa, no muy brillante, alta, delgada, nalgona, infiel. Definamos a Ella como lo que fue: un amorío de verano, un amorío prohibido y la efímera esperanza de un nuevo (verdadero) amor.

Antecedentes:
  • En noviembre de 2009 fui invitado a dar una ponencia sobre China. Cuando se es el ponente, uno ve al auditorio como a una homogénea masa de gente en la que no destaca nadie, al tiempo que uno es visto de manera individual y, con fortuna, recordado (si la ponencia valió la pena). Ahí fue la primera vez que me vio ella, aunque yo no tuve forma de siquiera mirarla (tiempo después me confesó que le sorprendió que hubiera vivido en China -le afloraron sus escasos 19 añitos de entonces y lo pueblerina-).
  • En marzo-abril de 2010 un colega me invitó a una cena con algun@s de sus estudiantes universitarios. La verdad que durante el convivio nadie me hizo caso y, si acaso guardo un recuerdo nítido de ese día, es el de Ella pasando el salero a alguien más, el de Ella sonriendo, el de los ojos de Ella, verdes como aceitunas, atrayendo incesantemente los míos; el de mis ganas de hablarle y no atraverme, no saber cómo (tiempo después me confesó que también se moría de ganas de hablar conmigo y que no atinó cómo... caray, lo que son las cosas).
  • Para el verano de 2010 abrí un curso privado de chino. Fui a hacer un poco de promoción a varias universidades y, para mi agrado, esa chica guapa con la que apenas había hablado durante el otro convivio, no dudo en inscribirse (tiempo después me confesó que se metió al curso por que tenía ganas de conocerme y que le contara cosas de China... también dijo, la muy canija, que cuando se decidía a cortejar a alguien en particular, siempre le hacían caso).
El curso:
La verdad que durante el primer mes de curso no le presté mucha atención: en primera, por que al enterarme de que tenía interés por mí, con un par de miradas suyas, supe que podría aplicarme en cualquier ocasión y que tendría éxito (lo que fue tener 25 años y entender ya de mujeres); en segundo lugar, por que estaba a la espera de una morrita sonorense que planeaba vivir conmigo ese verano y no tuve ganas de complicarme la existencia lidiando con dos mujeres a la vez.

Durante ese curso, que duró dos meses, tuvo la costumbre de llegar temprano, lo que nos permitió ir conociéndonos. En algunas ocasiones la invité a desayunar, con el objetivo de ir allanando el camino para una posible cita. Al fin llegó la sonorense, que duró lo que 3 semanas en mi casa, y sucedió que se conocieron (cómo serán las mujeres, desde el inicio se miraron con recelo). No referiré la aventura con la norteña, sólo diré que día que se fue a visitar a su hermana en Toluca, coincidió que Ella me había dicho que se regresaba a su pueblo, que nos veíamos la próxima semana, etc.

De cómo empezó todo:
Ocurrió que Ella me envió un mensaje para decirme que finalmente había decidido quedarse en Morelia por el fin de semana. En ese momento supe que nuestra suerte estaba echada y la invité a cenar. Aceptó. Quedamos a la tarde en la Madero y decidimos que sería buena idea cenar en La Hostería. Recuerdo que se pidió un alambre de pollo y yo un baguette de chorizo pamplona; que bebimos vino y cerveza; que la velada se pasó estupendamente, entre risas; que me dijo que después de las 9 las monjas con las que vivía cerraban la puerta; que se nos hizo tarde de pronto y; pobre de mí, que no tuve más remedio que invitarla a pasar la noche en mi departamento y que ella aceptó...

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